La Resiliencia – El escenario para vivir en consciencia, para crecernos

resiliencia

Etimológicamente la palabra resiliencia proviene de Resiliere que significa “saltar hacia atrás”. Es sorprendente ver como los seres humanos atribuimos a veces cualidades resilientes a personas sin saber exactamente de donde procede el significado y que subyace tras él. 

Es “saltar” para ver y observar lo que un día nos dañó, nos bloqueó, nos paralizó y nos construyó un ego, un personaje de vida que difiere de lo que realmente somos en esencia. Al saltar, al observar y aceptar lo que vivimos en su día, sentimos y pensamos, nos permite coger los trozos de nuestra parte del ser y reconstruirla de nuevo bajo el nivel de conocimiento y valores del Ahora. Asimismo, también es “saltar” para poder recuperar esa parte nuestra que es perenne, permanente, inmutable, intocable y verdadera, la parte que contiene todo el poder y sabiduría para aceptar, adaptar y aprender a vivir, a completar el proyecto tanto individual como colectivo de vida. 

Son inconmensurables las definiciones que hay acerca del concepto de Resiliencia. Cada rama de la psicología, filosofía, pedagogía y otras ciencia u oficios han contribuido a intentar definir y acotar lo que es. A modo de contribución, para mí Resiliencia es la capacidad de observar, escuchar y atender a tu voz interior, tanto la voz del yo crítico como la del yo complaciente o indulgente y, mediante el uso de tus habilidades, conocimientos y capacidades (algunas naturales y otras aprendidas) de índole cognitivas, intuitivas, corporales y emocionales, dar la respuesta más adecuada a un suceso externo y a uno mismo (autocuidado) a fin de lograr que sea adaptativo para tu ser y te haga sentir completo y en paz interior. Esta respuesta surge como un producto nuevo y diferente que no se corresponde al mensaje inicial de respuesta que ofrecía el automatismo del pensamiento y, si se corresponde, al menos se hace des de un lugar lleno de atención y presencia, no como respuesta inmediata, inconsciente y no meditada. En suma, es lograr que la intuición, la mente, el corazón y el cuerpo vayan en sintonía para producir la música que mejor necesites oír para ofrecerte complitud en ese momento en concreto.

Si bien existe una Resiliencia natural intrínseca a nuestro ser y que forma parte de nosotros cuál de un gen se tratara, en gran parte la Resiliencia se aprende, cultiva y se crea. Es evolutiva y en constante crecimiento por lo que nunca deja de adaptarse al momento en el que estamos viviendo. A la vez, puede ser parcial en tanto que la desarrollemos en unas áreas de nuestra vida y en otra no. Nos corresponde a cada uno de nosotros prestar atención en alimentar esta capacidad natural de Resiliencia con la que todos nacemos. En algunos casos, será nutrirla y ampliarla y en otros casos será reconstruirla. Sin duda cabe, que la semilla de la Resiliencia se haya en el modo en que nos hayamos relacionado con nuestros padres o cuidadores, por tanto, en qué tipo de apego nos criamos. Un apego ambivalente y ansioso, evitativo o desorganizado construye un modelo de Resiliencia, de adaptabilidad, fundado en creencias de supervivencia. En estos casos, la persona se vive a sí misma bajo el paraguas del miedo, hostilidad, hiperalerta y poco asertiva. 

¿Qué puede hacer el Yo adulto para ser más Resiliente o para cambiar su modelo de Resiliencia?

No existen fórmulas mágicas y cada escuela de pensamiento o de práctica terapéutica aboga por unos métodos o habilidades. Aquí os comparto las que, bajo mi punto de vista, son la piezas esenciales y principales:

  • Comunicación: comparte con tu círculo de confianza o con un profesional tus vivencias de vida, des de la infancia hasta el Ahora. Poner nombre, reconocer y validar tus emociones y darles presencia contribuyen a generar confianza en ti mismo y en los demás a la vez que te permite visualizar que es el pasado no es sinónimo de “Yo soy lo que sucedió”. 
  • Relaciones: es nuestra responsabilidad escoger relaciones humanas (sean familiares, laborables o de trabajo) con seres cuyo nivel de consciencia sea igual o superior al nuestro a fin de expandirnos en amor y comprensión y así servir de espejo al mundo. Cultiva relaciones sanas empezando por ser tu sano en todos los niveles y factores en los que participas. Con ello, romperás los clichés absolutistas de que “todos son iguales…” “siempre pasa lo mismo…” 
  • Acepta: un proverbio budista dice “coopera incondicionalmente con lo inevitable”. Si uno actúa en coherencia y congruencia con lo que piensa, siente y actúa le invade la certeza absoluta que lo que sucede, sucede para crecer y aprender y que no obedece a un destino caprichoso sino armonioso a fin de mejorarnos como personas. Detrás de un dolor hay una felicidad que subyace, únicamente debe ser destapado el velo. Acepta también que es intrínseco el dolor al ser humano, es un canal de aprendizaje y que lo único que podemos evitar es el sufrimiento. 
  • Adapta: adapta lo que sucede tal cual llega en todas tus áreas de la vida. Para adaptar se requiere aprender a escuchar tu voz interna crítica creada para que sobrevivieras al sufrimiento. Detecta como las exigencias, imperativos, creencias limitantes te impiden adaptarte por su severidad. Escoge otra voz que tienda al equilibrio y a la paciencia y compasión. Di “Si” a una nueva forma de vivirte. 
  • Cuídate: ejercítate físicamente en algo que te produzca placer, aliméntate sano para nutrirte no para llenarte, atiende y habita tu cuerpo como templo e instrumentos primordial para llevar a cabo tu propósito diario de vida. Haz dieta mental para rechazar los pensamientos que te conducen al sometimiento de la voz crítica y a la dualidad severa de “lo bueno-lo malo” / “perdón-odio” / “culpa-inocencia”. 
  • Conócete: la resiliencia es mutable y se mueve constantemente al igual que nuestra vida. Por ello, la auto indagación, el observarse a sí mismo, en actos, emociones y sentimientos, el estudiar y ampliar conocimiento sobre la vida y sus paradojas y misterios nos lleva a auto descubrirnos y expandirnos a niveles más plenos y más felices. Toma el compromiso de siempre seguir trabajando en tu Yo profundo. 
  • Aprende y disfruta del proceso de crecer como ser. No es el lugar sino el camino donde está el antídoto al sufrimiento.

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